El menudeo de miradas se hizo hábito
en el pozo vecino al muladar donde sapos
habían tenido que dejar de comer -mierda-
Sus panzas parecían globos, por distendidas
transparentes, brillantes, a punto de reventar.
No se decía palabra.
Y no alcanzaban a entender lo acontecido.
En lodo, musgo y hongo se iba desnudando
el miedo a descubrirse, entre lluvia ceniza
se oxidaban espejos, bisagras, cerrojos…
No se decía palabra,
ni se miraban de frente.
Rufina
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