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miércoles, noviembre 23, 2011

A la vista


Inmutable, esperaba que dejara de ser sorpresa
el forzado nuevo orden de cosas que evadían
cuando se juntaban los despojos de la guerra
que provocaron la avaricia y la ignorancia.
Los gritos de: ¡Por favor! ¡No mueran todavía!
¡Las puertas están abiertas y ésta es su casa!
Retumban tan fuerte hoy como lo hicieron antes
aunque ya nadie se sorprenda al escucharles.

No era necesario que caminaran en puntillas
para que nadie supiera, si sus pezuñas partían
la tierra de los caminos, y lo que quedaba cerca
no pudo sostenerse en pie. Todos lloramos con ellos;
cuando se desgarraban las carnes de pies pequeños
con corazones grandes, las manos clamaban al cielo,
los ojos hinchados lloraban olvidos, preguntaban...
 ¿Para qué nos quieren vivos? ¡Déjennos morir!

Nadie tuvo una respuesta y quien la tuviera
no la daría porque la ira es más pesada que el llanto,
porque las puertas abiertas ya no dan la bienvenida,
porque la avaricia del nuevo orden no se abre a sorpresas
y la muerte no se detiene porque queramos.
Cuando fragmentaron caminos nadie les recordó,
y para eliminar recuerdos nadie escucha.
¡La muerte no ha de llegar por no quererla!


©Rufina