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martes, marzo 01, 2011

De los recuerdos I

Escuchando los cantares
de los jilgueros y gallos
despierta la madrugada.
Suenan sobre las baldosas
en presurosa carrera,
de la cocina hasta el patio
las usuales alpargatas,
y el hervor de los calderos
llena de calor la casa.
Huele a víveres y pollo,
a pan fresco y mantequilla,
a chocolate con leche
acabada de ordeñar.
Los pocillos del café 
sobre la mesa de roble
esperan por comensales, 
por el viejo colador 
pasa espeso el oro negro
y un perro ladra a lo lejos,
anunciando una visita.

Varios metros hacia el patio
se escuchan los cacareos,
aleteos, los pío-píos,
el relinche de un caballo,
y las vacas siempre pacen,
bajo las sombras de un árbol
luego del ordeño diario.
Llega el olor a jabón
desde la vieja pileta,
y es música lo que sale,
sacudida y golpe fuerte
sobre la pulida piedra
-rítmico afloja y aprieta-
La caravana de pollos
directo tras el maíz
no se pierden ni un bocado,
y el gallo más colorado
se regodea de su reino, 
mientras los pollos más tiernos
llegan de cerca a la casa.

Se escucha una voz que llama
a abandonar el rezago
antes que enfríe el fiambre
y a lo largo de la mesa
cada cual sirve su plato.
Los hombres y las visitas
toman su lugar primero, 
mientras las mujeres sirven
y los niños, como siempre,
comerán en la cocina.
La brisa endulza el ambiente
con aroma de azucenas,
de café tostado y caña,
de cilantro, ajo, maví,
coco rayado, pitorro...
Mientras hacen serenata
jilguero, gorrión, gallo,
de coro sirven los perros,
pollos, sapos y cigarras,
los grillos, y el rey coquí.



©Rufina