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jueves, junio 18, 2020

Dependiendo


Dependiendo

Cuando alguna vez tuve aciertos

les permití huir en alas del miedo

que se convirtió en segunda piel

cuando recibí el calor de un norte

que llenó mis entrañas del dolor

insufrible que acompaña la espera.

Mis gritos casi llegaron al alba

cuando al intento de acallar agravios

alcé mi rostro, y al abrir la boca

se escaparon lirios cuyo perfume

construyó cientos, miles de montañas

sobre libros viejos cubiertos de hiel.

Se nos había tornado algo mustia

la idea virtual de un abrazo cercano

aunque se mantenía abierto aquél

camino que comenzó en los labios

el dolor-angustia no dejó de ser.

Tampoco nos abandonó el miedo.

Con todo, el norte protegió la piel

curtida que abría en estrías hondas

donde hubo semilla que, perdida

germinaba nutriéndose de hiel

perfumes, lirios, abrazos soñados

y besos-dolor mordiendo distancias.



 
©Rufina

Hay una voz

Hay una voz
Hay una voz que no dijo
lo suficiente, lo necesario...
ni siquiera lo importante.

No se alzó sobre los cerros,
ni temió a falsos gigantes.
No se lanzó de repente
a cualquier profundo abismo.
No alcanzó nunca los cielos,
ni conoció de amarguras:
nunca encontró en el dolor
algún motivo de queja.
No tuvo grandes amores.
Hay una voz que no dijo
ninguna palabra hiriente,
nada duro, nada serio,
ni siquiera interesante.
No vivió una quimera,
no sintió ser vulnerable,
ni quiso tener un hijo.
Hay una voz insolente
que pertenece a ninguno;
no responde a la ternura,
ni al escozor de una ofensa.
Nunca supo de un abrazo.
Una voz desconocida
llena de profundas voces
que llenan el horizonte;
se alimenta de locura,
justifica los errores.
Hay una voz que no dijo
siquiera lo necesario:
No tuvo grandes amores,
no quiso tener un hijo.
©Rufina