Páginas

lunes, noviembre 14, 2011

Entonces

No imaginaba posible 
que llegaran las estrellas
a derramarse cual lluvia,
ni su fuego incandescente
de contornos dilatados
a arder en tierra fecunda
destruyendo los retoños
por buscar lo inaudito.
Ya había visitado
el escabroso trayecto
que iba hasta las guaridas
donde luego de copular
grandes serpientes ocultan 
el desechado pellejo...
Y jamás intentaría
ni llegarle muy de cerca
a la orilla de la fuente
que alimentaba las aves
para crueles, engullirlas.
La justificación
siempre pendiente y ausente,
no iba a estar en su sitio,
y detenerse en la espera
no iba a mover las estrellas.
Entonces aplazar esa
lluvia sería un inútil: 
no vestirán las serpientes
la piel antes desechada,
ni habrá fuego vertido
que la lluvia no apacigue.


©Rufina