Páginas

lunes, enero 30, 2012

Si no fuera porque sabes, sino fuera porque se...



Si no fuera porque sé que el tiempo
es irrecuperable y la distancia insalvable,
esperaría con ansias que los deseos
que antes compartimos pudieran ser...
Porque sabes que el Amor ha sido
desde siempre, a pesar de lo perdido,
de golpes de viento que sobre el mar
transportaban mis besos hasta tu boca.

Pero el espacio no cedía y, asunto de tiempo,
el vacío habría de llenarse...
Colapsaron los castillos que con tanto amor
se construyeron, aún llenos de esperas.
Besos hechos pedazos, remanentes
en su momento, razón de mi vivir...

Por siempre la razón de mi locura. 
Todavía tengo en la piel la marca;
golpes que recibí por los destrozos,
como estigma, reafirmando la cobardía
que usurpó el lugar en mi cuerpo
que siempre, mal que me pese, será tuyo.
El escondrijo de mi corazón.
¡Lo que hay bueno en mí que te pertenece!



Si no fuera porque sabes...
Y si no fuera porque sabes que sé...


©Rufina




Entre tierra y muerte



Derramarse sería lo propio
cuando no aparecen alternativas
y el torrente, resbalando se libera,
aún el rojo no armonice con los ojos
ni estén las venas expuestas.

Cuando la sangre salpica
y pega contra paredes de cal,
se desliza hacia abajo
llegando a los bordes del suelo...
¡A donde la tierra las bebe!

Ante los ojos, miles de ojos
esperan entender el proceso,
pero ganan los miedos y más allá
de la curiosidad se confunden,
se olvidan y se pierden.

Y dejan de ser lo propio
todas las alternativas, el rojo...
Entonces invade el miedo
y se pierde el torrente de sangre
de las venas abiertas a los ojos.

Cada uno se siente en el pecho
como daga urgando, sal en la herida,
y en los ojos, imagen perenne
de sangre que salpica, rueda y llega...
¡A donde la tierra las bebe!

©Rufina