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viernes, enero 07, 2011

Decima irreverente I


Es fácil ver las razones
de una intensión "altruista"
si no es primero en la lista
cumplirle a los electores.
Llamándolos detractores
hay miles desempleados,
los estudiantes frustrados
ante un gobierno fascista
que se entrega a la conquista
de grandes corporaciones.

Cómo es que esperan, señores,                    
que'ste asunto del estatus                              
lo resuelva un liderato                                    
que no conoce de honores.                            
Se han robado los loores                                
que algún día fueron de otro                           
creyendo tapar el roto                                     
de un presupuesto insensato,                         
están lamiendo hasta el plato                         
de grandes corporaciones.

Al margen de apreciaciones,
tienen la Universidad
como hediondo muladar
y escondite de ladrones.
Han abierto los portones
a toda suerte de mañas
y a nadie ahora le extraña
que hayan de pasarse lista
con el gobierno fascista
las grandes corporaciones.

Hay quien no escucha razones,

porque con todo y el ruido
siguen jugando al dormido
para dilatar gestiones,
y no les dan los cojones
para parar el abuso.
Por eso grito y acuso,
y al carajo con el puño,
mando al cabrón de Fortuño
y grandes Corporaciones.



©Rufina




Siempre Creo

Siempre creo

Mi abuela siempre decía: "Las que creen son las gallinas".  Todavía no entiendo qué significa exactamente el dicho, pero a este punto da igual.   
Como otras cosas, muchos de los típicos dichos de nuestros países van evolucionando para terminar siendo diferentes o simplemente desaparecer.  Felizmente nací y me crié en una familia tan extensa como diversa, donde algunos poseen el regalo divino de ese ingenio pícaro que es, hasta cierto punto, lo que nos mantiene a muchos conservando la cordura. Esto del lado materno.  Del lado paterno, la familia no ha sido grande, pero igualmente tiene lo suyo, con una historia "escabrosa" protagonizada por los bisabuelos, una tía-abuela que solo hablaba con refranes (cosa que de alguna forma hago también), y el único hermano de mi padre que finalmente se dejó vencer por el alcohol, a pesar de querer ser "escritor" y vivir apasionado a la lectura.  
Algo bueno debí haber heredado.

Para orgullo de nuestros mayores, hemos hecho una vida digna, siempre siguiendo caminos a metas definidas y sobre todo, atados a costumbres y tradiciones que muchos seríamos incapaces de violentar, aunque al igual que los antes mencionados "dichos", éstas también hayan evolucionado.  Claro que, como todo lo que compete a una familia numerosa, son muchísimos los desacuerdos y conflictos, dada la variedad de "puntos de vista", aunque "la sangre nunca llegue al río".  En algunos casos igualmente habrá de cambiar el propósito, el camino y hasta la meta final, pero siempre que el concepto de "somos una buena familia" se conserve, lo demás hasta tomará un segundo plano en importancia.
Estos días estuve jugando a "construir" un pequeño árbol genealógico y no fue mucho lo que pude obtener.  No porque hasta ahí llegue, sino porque desde ahí no conozco nuevos miembros.  Eso: "descubrí" que realmente conozco muy poco de la familia.

Simple y lógicamente, llega un punto en el que se pierde el contacto, cada cual tiene su vida, y se detiene el crecimiento numérico, porque los nuevos integrantes deciden no procrear, como ha pasado incluso con miembros de mi generación (a pesar del "no puedes quedarte pa' vestir santos", o "un hombre de verdad tiene mujer e hijos").  Aún debo terminar de añadir fechas, nombres, apellidos y demás, pero lo tomaré como parte de un entretenimiento que me apasiona y el día menos pensado estará (o no) terminado, y veré si de alguna manera "construyo" el árbol genealógico de la familia paterna casi "desaparecida".

¿Se han dado cuenta de todas las conclusiones a las que me ha llevado un proyecto que apenas comienza?  Sólo el asumir que (como todo en el Universo) la familia evoluciona, me ha dejado pensando que, siendo que la familia ha sido "el núcleo de la sociedad" por siglos, responsable de inculcar valores y criar miembros útiles, de calidad moral, profundos conocedores de un civismo básico y que igualmente perpetúen las enseñanzas, deberían los miembros de ese núcleo concienciarse de sus responsabilidades y cumplir con ellas hasta cerrar el círculo.  
Entonces me detengo y pienso que en realidad, de todos los "núcleos" que componen esta sociedad, ciertamente cada vez son menos los que se atreven a "agarrar el toro por los cuernos", y esa es una de las razones por las que hemos convertido nuestro entorno en el pequeño infierno que es, junto con la extrema división de clases sociales, sino que también de creencias religiosas.  "Tanto tienes, tanto vales", etc., etc., etc.  

Ha aumentado desproporcionadamente la violencia y la criminalidad, pero el pobre ya ni se preocupa porque no tiene nada que perder, y el rico vive en constante zozobra por temor a que le arrebaten lo que tiene. 
Lo primero se llama "indiferencia" y lo segundo "miedo".

¿Qué clase de vida estamos viviendo?

Si fuera a hacer un análisis sociológico, me complicaría la vida inútilmente, pues para el momento en que lo termine, tendría forzosamente que comenzar otro, y no soy socióloga ni nada que se le parezca.  Simplemente no puedo calzar los zapatos de nadie, por lo que mi intensión es más la de hacer un llamado a que intentemos "recuperar" lo que hemos perdido en el camino, comenzando por tradiciones que han sido penosamente "absorbidas" por la asimilación de una cultura impuesta por años, que ha invadido indiscriminadamente todos los aspectos de nuestra vida, comenzando por la disolución de la familia.  Sí, esa familia que es el núcleo. 

Nos hemos "acomodado" a una cultura que no nos pertenece y que ha socavado los cimientos de nuestra identidad como pueblo, hasta el punto de convencernos de que para sobrevivir tenemos que "venderle el alma al diablo".  

Bien dice el dicho: "Repite una mentira cien veces, y la habrás de convertir en verdad".  Pero, ¿no creen que más de tres siglos es demasiado?

A quienes sé la harán de contrapunto a este texto, debo aclararles que aprender de otros es saludable, siempre que los conocimientos que adquiramos no atenten contra nuestra individualidad.  Es muy cierto que "no es lo mismo llamar al diablo que verlo venir", así que concéntrense en hacer bien su trabajo y cumplir con la parte de responsabilidad que les toca.  Es la única manera de llamarnos dignamente BORICUAS.  Eso, si somos.


Ya está bueno de "creer en 'va a llover' cuando no hay ni barrunto".  Recuerden que "no es lo mismo lo que piensa el burro, que quien lo apareja", estar todo el tiempo "soñando con pájaros preña'os", querer "matar una chinche usando un guante de boxeo", porque "nunca falta un roto para un descocido" y no podemos permanecer "nadando contra corriente".
El consabido sistema político del "quita y pon" tan común en muchísimos países, está comprobado que no funciona.  Entonces, ¿a qué insistir? ¿A qué le tenemos miedo después de tanto vivir sometidos?  Ya nuestro  núcleo familiar ha sido socavado y marginado, nuestra historia siempre ha estado amenazada, falta muy poco para que acaben de desaparecer algunas de nuestras tradiciones más hermosas, y la mayoría de nosotros nos hemos convertido en una suerte de seres automatizados, sumergidos en el espejismo de una comodidad y bonanza absurda que nos apabulla.  Esto sin mencionar el estado semi-agónico de nuestra conciencia.  Nuestra más terrible costumbre es querernos parecer a otros, querer vivir a un mejor nivel que otros, envidiarle la vida a otros, convencernos de las mentiras que nos venden otros.

La familia, entonces, tiene responsabilidad en ésto porque, ¿de dónde obtenemos la información con la que crecemos?  Todo lo que "sabemos desde niños" lo absorbemos de nuestro entorno, sin duda.  Las gracias celebradas durante nuestros primeros años, siempre son relativas a las repeticiones, y papá y mamá, felices... desconocedores de una realidad ignorada por miles de generaciones.  Igualmente, desde siempre nos han enseñado a competir con los demás, comparándonos: portarnos mejor, hablar mejor, tener las mejores calificaciones...  Al fin que la lista no termina.  Algunos llegamos a "descubrir" esto cuando ya somos adultos, aunque lastimosamente muchos no lo aprenden jamás.  Al fin que "para qué luchar, si ya no hay remedio".  Es ahí donde abrazamos la actitud acomodaticia y contaminamos a las nuevas generaciones con nuestra indiferencia e ignorancia.

¿Qué podemos esperar de nosotros mismos si no conocemos la manera de reivindicarnos?  ¿Qué, si cuando nos ilumina una verdad nos negamos a abandonar nuestra zona de comodidad?  La educación es indispensable, y es una de las cosas que más hemos permitido se deteriore.  Siempre creo que puede haber un mañana mejor.  Sólo tenemos de dejar de acariciar el gato a contrapelo.

Mi pueblo perece por falta de conocimiento.  Oseas 4:6


©Rufina
Irely Martínez Montes