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domingo, febrero 27, 2011

Pajitas que le caen a la leche

Carajo, no llega lluvia,
ni se asoma la frescura.

En la mesa un paño viejo
protege al pan de las moscas
y el aroma de mar fresco
en el pescado que cuelga
de un clavo cerca al fogón
mientras la quema de caña
tiñe de carbón la mesa.

Los olores se confunden 
entre la sopa de pollo,
viejo caldero que hierve,
melao, café, mamposteao...
Sudor de negro en la tala,
lavanda, sábanas limpias,
algodón recién plancha'o.

El sol hace que el zinc cruja,
sobrecalentando el rancho
y las moscas hacen fiesta
con las escamas y tripas
-residuos en la basura-
del pesca'o que es pa'la cena.
Carajo, no llega lluvia,
ni se asoma la frescura.

Del batey no se ha salva'o
más de un maso de verduras
y las gallinas no ponen
desde que el agua no llega.
Doña Juana con sus rezos
quiere callar al coquí
y el salitre ha corroído
todas las bisagras nuevas.

En la fila del mercado
se hacen un garabato
queriendo rendir el peso
y el gobierno que se niega
a asumir sus realidades,
vende el culo por botellas
aunque se nos joda la Isla,
argumentando que, siempre,
tienen la conciencia limpia.

Carajo, cuándo será
que soplen brisas tranquilas, 
que el rancho no recaliente,
que no se malogre el pan,
dejen de joder las moscas,
que salgamos y encontremos
un horizonte más ancho.

Carajo, no llega lluvia,
ni se asoma la frescura...



©Rufina


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