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jueves, julio 01, 2010

Dependiendo

Si alguna vez tuve aciertos,
les permití huir en alas del miedo
que se hizo mi segunda piel
cuando recibí el calor de un norte ajeno
que llenó mis entrañas
del dolor insufrible que acompaña la angustia.

Mis gritos no llegaron al alba
cuando al intento de acallar agravios
levantaba mi rostro, y al abrir la boca
se escapaban lirios de cuyo perfume
construíamos montañas
sobre libros viejos cubiertos de miel.

Se había tornado algo mustia
la idea virtual de un abrazo cercano,
y aunque se mantenía abierto
el camino a mañana que comenzó en los labios,
el dolor angustioso nunca dejó de ser.
Tampoco nos abandonó el miedo.

Así y todo, el norte protegió la piel
que curtida se abría en estrías profundas
donde hubo semilla
que, perdida, germinaba nutriéndose de hiel,
de perfumes de lirios, abrazos soñados,
y besos dolorosos mordiendo montañas.


©Rufina