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jueves, mayo 27, 2010

Hablando de recuerdos


Una brisa de lluvia es suficiente
para zurcir los pedazos de tiempo
que echados al olvido se niegan a partir.
Entre imágenes nebulosas llegan
con todas sus verdades, 
toda sus alegrías y todas sus penas.

De repente huele a madera mojada,
a corteza de palma tostada de sol,
a lavanda en la almohada...
Las acerolas caen sobre la hamaca,
su zumo mancha la ropa, pero está bien.
Sobre la piel su dulce se amelcocha.


Imposible luchar contra el sueño.
El cuerpo se hace pluma y los ojos, 
hinchados de llanto, en dolor mojados,
recorren aquél espacio donde el amor
volvió a la tierra sin pedirse permiso.
¡Ese lugar donde la ilusión se ahoga!


De repente la cámara donde hizo frío, 
se vacía de mustias flores plásticas.
Demasiados ojos miran esperando
la hora de saltar sobre los despojos
de espejos rotos y viejos papeles,
y olvidadas muñecas ríen en sus caras.


El musical agazajo de lluvia sobre zinc 
marca la hora de orear tejidos y hacer café.
Los niños duermen la tibieza del aroma

sobre algodones limpios, planchados.
El viento quita hojas secas de los floreros
llenos de agua con flores muertas.


No están las manchas, ni está la hamaca.
No hay acerolas, ni está el amor.
Algodón limpio sobre las camas,
espejos rotos, papeles viejos,
brisa de lluvia, café servido, niños dormidos...
¡Pero está bien!

©Rufina