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jueves, abril 21, 2022

Soy _ (A Capella)

 Soy _ (A Capella)

Tengo un Universo en la Palabra,
desde que mis ojos atisbaron verdes
rascando los cielos
sobre el horizonte,
derramándose en riachuelos,
irrigando esperanza,
mostrando con florecidas galas abundancia,
creando nuevos los bailes bajo la lluvia.
Universo que vierte su grosura
sobre la Tierra que nutre mi conciencia.
Tengo la Palabra:
enorme es mi Universo.
Desde que surgió el sonido en mi garganta,
grito en sí antagónico
porque soy dual, (así fuí hecha)
y es todo mío, divinidad intrínseca
del ser cielo, alba,
monte, río, ocaso al horizonte...
Revoltijo de carne y espíritu, presencia
en el centro de un vacío sin respuestas.
Tengo en mi garganta la Palabra,
constantes gritos mis verdades:
dardos a quienes
no les acomode mi franqueza.
Que por miedo a ser,
tildándome de loca pretendieron
evadir verdades que han minado
cimientos de humo bajo fortalezas
inventadas que esconden
patéticas debilidades, monstruosas faltas.
Nunca ha sido dañina
la palabra que sale de mi boca,
ni el pensamiento franco
el arma para enconar resentimientos.
Tengo un Universo en la Palabra,
honrando mi humanidad,
se derrama y nutre bendiciéndome,
reafirmando mis verdades ante el cielo,
manteniendo la limpieza de mis manos,
conciliando todas las partes de mi yo:
Cuerpo, espíritu, Dios, hombre,
bestia y ángel.
Soy un ser Universo, alba, monte,
horizonte, río, ocaso... Abundante cascada,
ingenio desbordante,
auténtica creación desdoblada,
inacabable fuente
que derrama abundancia.
Lleva a mi garganta el grito,
¡de cara a la verdad!
©Rufina

Faltas

Faltas



En la incipiente aurora

el rocío


evapora de prisa


marchitando capullos


al sol de mañana


que golpea


tan fuerte


como fuego.



Faltas, espacio.



Alivio a la agonía


irrespirable.


Canción deshecha


llanto que limpia

mirada que acaricia

roce de amor


que sana.



Faltas,


Palabra que sacia


satisface


edifica


y destruye.




©Rufina


XXIII

XXIII

Esa esquina donde convergen libros de poco uso cobija un enorme Universo de viejas misivas que consiguieron el espacio para evadir juicios impuestos por el miedo que asigna el ser, simplemente.
Con el tiempo se hizo menos accesible ese lugar donde la lucha contra nosotros mismos nos hacía menos sórdidos y mezquinos, menos desgraciados.
Entonces fue una obligación seguir escondidos reafirmando el pánico por los siglos infundido mientras, los gritos se desbordaban y reventaba el sortilegio haciendo visible aquellos sueños que colgaban al filo de esa inmensidad, oreados listos para retomarlos, asumirlos... ¡Lograrlos!