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viernes, noviembre 26, 2010

Barrunto


Se mueven grises, cargadas...
su peso aumenta
con cada ráfaga de viento:
la estratósfera cuaja barrunto.

Mirando desde abajo
se idealizan razones
para justificar indiferencia.
Cargadas de tragedia
predicen golpe de agua...
se estremece la Tierra
al azote de truenos,
se tornan negras
          -fiero el barrunto-
que anuncia lluvia.

Nadie imagina.
El peso es insostenible...
              ¡Se desgarra el cielo!

©Rufina

Indescifrable



Espanto o espejismo;
la mano borró una sonrisa
entre vapor y humo,
quebrándose en el beso la voz,
el pecho en los suspiros...

Los labios se hicieron transparentes,
a sangre supo el llanto
en los brazos extendidos
que no gritaban urgencias.
Resucitar fue necesario.


©Rufina

Dejaste


Dejaste escapar todo:
la riqueza más grande,
la menos apreciada...
Lo que quedó
se expuso en almoneda,
siempre al mejor postor.

Eran tantos...
Como aves de rapiña
sobre fétidos restos
peores que carroña.

No quedó ni el espacio
y tus huesos desnudos
se cubrían en sí mismos.
No guardaste recuerdos,
ni hiciste un relicario,
no lloraste a tus muertos.
No entendiste lo solos
que quedaban aquellos
desgraciados perdidos
residuos cuasi-hombres
que alguna vez serían.

Dejaste escapar todo:
la menos apreciada
de todas las riquezas,
el más grande recuerdo,
llanto desnudo, espacio,
los huesos descubiertos...
y acaso un relicario
que al final nunca fue.

Volandas


Me arrancas de puro cuajo 
ráfaga de lluvia-aire
me levantas con gran furia,
me sacudes y desgarras...
El corazón en la boca,
terror, caída profunda
a abismo desconocido
es durante todo el viaje.

Me llevas entre las ramas
húmedas de frío engaño,
días cada vez más cortos,
noches oscuras y largas.
Me golpeas contra paredes,
arrojas contra las piedras,
me rasgas el corto tallo...
¡aniquilas el aliento!

Entre profundas bajadas,
alturas impredecibles,
me mueves y manipulas
enrredándome con otras
en medio de remolinos
levantando igual las piedras,
los residuos, la basura,
todo lo que quede al paso.

Llego a cubrirme de lama
sintiendo mi cuerpo inerte
en la final voltereta
para la final caída
que ha de ser siempre más dura...
Entonces miras mi llanto
y depones tu fiereza...
para celebrar mi muerte.

©Rufina

Desdobladas



Verde fiesta
        danza de ramas
        espigas

duendes y hadas
pasean puentes
múltiples tallos
        madera
        absorbe
              llena
              alimenta.
Agua, savia.
Miles de aros
        capas
        cortezas.
Historias de amores
corazones
tallados
        nombres
flechas torcidas
        dan vida
              a la sombra.
Profusión 
copas para lluvia
derrama al viento
        juega
              refresca
                   germina.
Sólido tronco
       base profunda
              cama de sueños
              espigas secas
       húmedo entorno
              guarda secretos.
Amor prohibido
       robados besos
       perdón suplican.
Lágrimas densas
       cantan te quieros
              entre caricias
              y caen residuos
              de las lloviznas.
Desdobladas,
        verde frescura
             bendice
             ofrece
        espacios puros
        para encontrarse
        con los recuerdos.
Sensual se mece.
Y en sus faldas
             fuerte cimiento
        nacen promesas
             de amor eterno.


Rufina

Casualmente


Aún con la distancia
permanece en su mente
como clara injusticia,
el recuerdo más triste
un luto interminable...
Como vicioso ataque
desgarrando y rompiendo,
como si pretendiera
desprenderle la vida
sin piedad, a destajo.

Tan lejos en la espera
(aún estando cerca),
como sueño impensable
que intenta realizarse
en engaño asumido;
como ruta perdida
en mitad de un camino
que encontró con trabajo,
como luz mortecina
que no quiere apagarse.

Tan cerca en el olvido
que incesante le busca,
como una gran deuda
que no acredita pagos,
el inútil empeño
de alcanzar horizontes,
más allá de los sueños,
angustia de morirse
sin saber si ha vivido
una ilusión absurda.

©Rufina


Despertar



La última nevada se ha tornado sol deslumbrante
que no pide permiso para invadir mi almohada.
Hiere los ojos que aún no abro,
toca mi rostro como caricia tibia,
tan intensa que no se si lastima.

Afuera los ruidos hablan de llovizna evaporada,
de pasos ligeros y sorpresivo espanto.
Cada cosa cuenta una historia diferente
y cada niño, mujer u hombre,
tiene una manera diferente de contarla.

La frágil capa de hielo acaba por desaparecer
y las flores agradecen la luz que la derrite.
Yo no le di tiempo.
Mi rostro es igual.

                           Gente viene... 
                                          Va.

©Rufina

Elemento



Tiembla la tormentera y silva.
Empuja lluvia bajo las piedras,
destapando las tumbas viejas,
destruyendo ramas, viejos troncos.

El quieto monte ruge la rabia
y ahulla el viento arremetiendo
contra esperanzas: el miedo reina.

Se muerde frío en cercanos cuerpos
suplicando que no extinga la luz.
Semejan ojos de perro triste
esos que miran como venganza
a los caminos que no se extienden.

Ruge la rabia de la impotencia
sobre la fuerza descontrolada
de la miseria que no se apiada.
Tiembla, silva, aúlla y muerde
frío de tumbas, bajo las piedras...
                           desesperanza.

©Rufina