Sí, casi que me desdoblo,
que me quemo, que gravito...
Casi que se desgarra
esta carne donde habito
sin haberde expandido
y sin saberse presente.
Casi que mis pies se alzan,
que mis manos llegan prestas,
casi que el viento destruye
los prismas de la conciencia.
Sí, casi remonto mi vuelo
y paro cientos de hijos,
casi se pierden los sueños
y se fermenta el aliño
que adornó con sus perfumes
mis días de adolescente.
Casi que no acomodo,
que no me incita la aurora,
que no recibo si pido,
que se secan las raíces...
¡casi que dejo ir los frutos
que costaron una vida!
Casi que me estoy de pie,
que no existen los ahora,
que me vuelvo a desdoblar,
que mi cielo desvanece.
Casi, casi, me estremece
el dolor de no encontrarme;
casi me abandona inerte,
casi contamina el alma...
y entre ausencias y distancias,
me hago algo cobarde.
Casi que al fin me sacudo,
casi que abro los ojos...
casi que veo el camino
sin luces de fantasía.
Sí, casi que no lo celebro
por miedo a hacer el alarde;
casi que pierdo la llave
para abrir los mil cerrojos
que convirtieron en noches
lo que aún era de día.
Casi gravito y me quemo,
casi ni siento, ni veo...
Casi que se caen las hojas,
que se mueren mis raíces...
Sí, casi me consume el tedio,
casi me mata el hastío,
hasta que casi me encuentro,
y entre que pierdo y no pierdo,
empiezo a llegar tan cerca,
que mi alma se resiente
cuando en el vuelo sin alas,
casi soy algo más mío.
ⓒRufina - 2009
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