De aquél alto desde el norte, la brisa,
viajante caricia que placentera
se vierte entre las ramas, verde y piedra,
risco, cueva, flor y mangle, palmeras,
llega donde, requerida, reparte
de a poco frescuras a medias, restantes
de su lento y accidentado viaje.
Y la brisa ha de perderse entera
sin opciones para un pronto rescate.
Resignado, ha de ser el ambiente
quien se acote a esa regla que obliga
a la vida sin aire, sin respiro,
a los espacios enfermos de insomnio...
Perderá la caricia aquél norte
en un errático viaje que, lento,
sobre verde y piedra, flor y palmeras,
se acotará al espacio sin aire.
-Rufina
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