Pudo hilvanar sollozos
en las tardes de espera
junto a falsas promesas
conocidas de siempre;
ante advertencias sordas
y un espejo quebrado
que sonreía apacible.
A la sombra del miedo
creía estar seguro,
hasta que en un momento
sintió temblar su vientre.
¡Se abrió el cielo a sus pies
y sin haber volado
casi tocó la gloria!
Cuando encontró las alas
el dolor del cansancio
permanecía necio
haciéndose más grande
el reto que la rabia.
Anegada visión
distorsionaba infame.
Apacible, en las tardes
esperó las promesas
y remendó el espejo
sonriéndole al miedo.
Cuando se abrió su vientre
volaron los sollozos
hasta tocar el cielo.
©Rufina
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