Noches desveladas en batalla campal,
haciendo tiempo a la urgencia de acabar
lo que no se hizo en su justo momento...
por cansancio, ignorancia u olvido.
Incontables las horas que durante el desvelo,
las lágrimas surgen amargas
y de intenso, el dolor pierde el fuero.
En los ojos, las huellas de absurdos castigos,
desconocen tregua,
y con desespero de cruel apetencia,
mancillan y desgarran con saña los pechos
que habrían de saciarles.
En los labios cascados aún duerme callada
la señal precedente al disgusto,
las noches sin lluvia se hacen más densas
y al grosor del entorno se pega un olor
nauseabundo.
En la frente no hay rastro de sueños posibles.
Con la niebla pegada a la piel desvaída
y la urgencia de hacer, con un grito a la espera,
el alma se ha tornado en un bulto que pesa
como parte de un castigo injusto.
El amor aún presente, desnudo de llanto,
con la vista curtida de miedos,
deseando el olvido y negándose al mundo,
es lo único limpio: el camino certero.
©Rufina
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