Se hace evidente la ausencia del grito
que desgarrando vientos,
hiende la tierra.
En la cúpula de un edificio
queda el eco
inolvidable.
Siglos ha que se escucha
en platanales sudados de caña,
donde una nagua cabalgó
su propio brío.
Siglos ha que es
el cielo arriba y la sangre abajo.
No extenúa su insistencia,
reafirma y reanima,
remueve y alcanza.
Mucho más que nombres
reconocen nuevas generaciones,
porque queda
el reverbero tras sus orejas
(quieran o no).
¡Más que cuentos!
Viaja en las ràfagas furiosas,
indetenible.
Esa extensión de sonidos
cubiertos con la sangre
de las làgrimas de coraje...
¡El coraje de una mujer!
La integridad y pureza
del grito de una mujer
se evidencia
cuando es bendecida...
¡Coronada de blanco!
©Rufina
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