El olvido es devastador,
como el recuerdo.
Y desgarrada el alma desde adentro,
condena al espíritu a ocultarse
de los ojos, la furia, la impotencia...
Y del tembloroso estertor
que es la antesala
al paso inevitable en la partida.
Como si doblegarse fuera poco,
ante el protagónico rol
que nos somete
y que aún desconoce toda ciencia,
el llanto llegará como consuelo
a llenar protocolos inservibles
ante el espíritu débil
que estremece doloroso.
Cuando ya hayan pasado
los temblores agónicos,
tendrá el recuerdo abiertas las puertas
a universos remotos
donde estertores y olvidos
se abrazan para lanzarse al vacío
en esa eterna fiesta por la vida
que es la inevitable muerte.
Rufina
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